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Planetas imaginarios


Vivo. Existo. Me siento.

Me siento capaz y débil a la vez.

Débil de sentirme fuerte aunque mis ganas me digan los contrario.

Aunque mi mente, rígida como siempre me intente eliminar de cualquier posibilidad astuta de salvarme la vida en este intento suicida.

Intento de seguir pretendiendo algo que ya hace tiempo se esfumó en un salto heroico de conseguir las mil maravillas de llegar a una vida extraordinariamente “nuestra”.

Vivimos en mundos paralelos en constante sintonía y constante desentiendo.

Que aún en mi existencia más pura y real, me sigo perdiendo en las estrofas de la canción que me escribiste.

Estrofas desencadenantes de las mayores locuras de amor y placer.

Las más masoquistas y marcianas que pudieran crearse en esta vida.

Porque vivimos en mundos parecidos pero opuestos que se encuentran de vez en cuando en esos eclipses lunares que vemos al mismo tiempo y nos separan tanto que se vuelven pólvora.

Pólvora el estallido de nuestros gritos al cielo al ver precisamente esa misma luna que nos da la espalda, ocultando nuestros mayores temores.

Nuestras mayores verdades que nos cuestan tanto mostrar al mundo porque son nuestro verdadero yo.

Y déjame decirte que, irónicamente no supe donde viví ni donde estuve.

donde mi mente me advertía que nunca pisara y mi corazón insistía fervientemente en que apareciera.

Aquellos planetas imaginarios donde el sol, la luna, y todos los astros del firmamento cantaban en tal sintonía que nuestras propias voces se encontraban en el infinito más lejano del universo. Para ser en ese momento, la materia más clara y más transparente que alguna vez podría haberse creado.

Porque vivimos en planteas imaginarios constantes y en movimiento para ser creadores de verdades y realidades ajenas a preguntas que jamás sabremos responder.

XIII


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